De repente, imploran por el comienzo de la obra:
el preludio termina, se da inicio
(¿algo ha comenzado alguna vez?).
Ciertas penumbras enajenan al ojo:
éxtasis de luces y sombras, de negros y blancos,
arcoiris tímidos, discretos.
La impaciencia acuchilla el velo intemporal de la lujuria,
bordea con sus fibras lo efímero.
Los reflectores dejan de emitir su espesa lumbre
(esto llega, temprano o tarde).
También de repente, se agotan las palabras y las remembranzas:
el lapsus de una vida en la muerte eterna.

A uno o más
seres humanos
No hay comentarios:
Publicar un comentario