lunes, 25 de octubre de 2010

La Estructuralidad de la Coyuntura (o viceversa)





Mariano Ferreyra, militante del Partido Obrero, murió el miércoles 20 de octubre de 2010, acribillado por patotas del sindicato de los trenes, la Unión Ferroviaria.
He aquí la coyuntura, es decir, la situación actual de la cuestión.
Sin embargo, esta muerte no escapa a una situación estructural, de tan larga data que algunos pretenden naturalizar. Pasaremos a explicar.



En términos metafóricos, Ferreyra fue asesinado por una figura jurídica: lo mató la "personería gremial". ¿Qué queremos decir con esto? La estructura sindical argentina, injusta y antidemocrática como pocas, se nuclea en torno a la personería gremial, lo cual significa que el sindicato más representativo (vale decir, con la mayor cantidad de afiliados) de una rama de la actividad económica, y sólo él, tiene la representación absoluta de los trabajadores de esa rama.
Ahora bien, si esto es peligroso respecto de las uniones obreras de primer grado, llega a límites insostenibles en las de segundo y tercer grado (la CGT, dentro de esta última categoría). La OIT (Organización Internacional del Trabajo) viene instando a nuestro país a que aplique el Convenio 87, referido a la Libertad Sindical, que elimina las exclusiones y privilegios entre trabajadores para imponer la igualdad entre las asociaciones representativas propias de ellos (la Corte declaró inconstitucional el Título VIII de la Ley de Asociaciones Sindicales 23.551 en 2008, en el fallo "ATE c/ Ministerio de Trabajo", aplicando tal Convenio en tanto tratado internacional, de jerarquía superior a las leyes).
Se relaciona con esto el pedido inclaudicable de la CTA por su personería gremial, en tanto central representativa de una vasta cantidad de obreros (sin éxito).
¿A qué se debe esto? Pues bien, se debe a que los sindicatos, confederaciones y la Central que están dotados de personería gremial, tienen un cuño tradicionalmente peronista, al igual que el actual Gobierno. A la cantidad de dinero que "mueven", al aparato que controlan, a la lealtad que ofrecen a cambio de favores especiales del poder político cuando éste es peronista, a la fuerza destituyente que ejercen estos pseudo-representantes de los obreros frente a gobiernos de otro signo, entre otras razones, se debe la subsistencia de un sistema tan injusto como el que domina la escena sindical nacional.




No puede comprenderse la muerte de este joven aislada de estos factores estructurales a los que hacemos referencia. Lamentablemente, es otra muerte más relacionada con el aparato cuasi-mafioso (¿cuasi?) que se forma por el entrecruzamiento del poder político, los sindicatos, las barras bravas y la Policía. Pretender entender este hecho sin abrevar en estas consideraciones es tanto como explicar los golpes de Estado basados en que los dictadores los emprenden porque ese día se levantaron de mal humor (por hacer una burda comparación).
La idea de que la organización de los trabajadores dependa de un determinado partido político es deleznable, pues la suerte de aquéllos está atada a la de éstos (recordemos nomás ciertas posturas de la CGT en la década menemista, cuando se quedaba de brazos cruzados frente a los atropellos a los que se sometía a los trabajadores).
Pero lo que es aún más despreciable es que, como en este caso, los sindicalistas salgan a matar ¡para defender a sus empleadores frente a los trabajadores! Si a estos extremos de contubernio hemos llegado en la relación patrón-empleado (canalizada en los gremios antes mencionados, que no responden a la voluntad del trabajador medio sino a las directivas de su Partido y a la propia ambición de sus miembros), es evidente que la misma razón de ser de la existencia de estas agrupaciones se ve pervertida, y su praxis es efectuada en contra de los mismos a los que deben (y dicen) defender.

Hoy más que nunca es necesaria la existencia de libertad, igualdad, pluralidad y democracia sindicales; es menester acabar con los oportunistas, corruptos y burócratas gremialistas que defienden a los patrones y al poder político frente a los obreros, dando vuelta todo fundamento para la existencia de sindicatos y haciendo justicia social a la inversa.

¡Los gremios para los trabajadores! ¡Los corruptos, a la cárcel!

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